Actualización del diagnóstico y tratamiento del asma felino
En los gatos, los ataques de asma pueden confundirse fácilmente con la expulsión de una bola de pelo u otra afección. Dado que estos ataques pueden ser potencialmente mortales, es importante llevar a su gato al veterinario de inmediato para que le diagnostique y le dé el tratamiento adecuado.
No existe una prueba específica que demuestre que su gato tiene asma felina; el diagnóstico sólo se realiza una vez que se han descartado otras afecciones. Algunas afecciones que pueden presentar signos y síntomas similares a los del asma son la neumonía, los parásitos, los cuerpos extraños, la disfunción cardíaca y las infecciones de las vías respiratorias superiores.
Hay varias pruebas que los veterinarios utilizarán para descartar estas otras afecciones y llegar a un diagnóstico de asma felina. Es de esperar que el veterinario haga preguntas sobre el historial médico de su gato, que utilice imágenes para evaluar los pulmones y las vías respiratorias de su gato y que realice pruebas de sangre y orina.
Si su gato está en peligro cuando lo lleva al veterinario, el objetivo principal será estabilizar su estado. Es posible que su gato tosa, tenga sibilancias o respire rápidamente. El veterinario no podrá evaluar eficazmente el estado de su gato ni realizar pruebas hasta que los síntomas estén controlados.
Sibilancias del gato
El asma felina, el trastorno respiratorio más comúnmente diagnosticado en los gatos, es muy similar al asma en los humanos. Tanto en los gatos como en las personas, un ataque de asma se produce cuando una reacción alérgica provoca espasmos en las vías respiratorias, lo que provoca una inflamación e hinchazón que restringe el flujo de aire y dificulta enormemente la respiración.
Los gatos de todas las edades y razas pueden padecer asma felina, aunque parece ser más común en gatos de entre 2 y 8 años. Los machos y las hembras corren el mismo riesgo, pero los gatos de exterior pueden ser más propensos a desarrollar asma que los de interior debido a una mayor exposición a los desencadenantes de la alergia.
Se calcula que entre el 1 y el 5 por ciento de todos los gatos padecen asma. En algunos gatos, estos ataques pueden ser un problema crónico, mientras que en otros pueden aparecer y desaparecer sin motivo aparente. Lo que hace que el asma felina sea complicada es que los gatos que están experimentando activamente un ataque pueden mostrar pocos signos de que están en peligro, y a veces los signos que muestran son muy fáciles de pasar por alto.
Gatos asmáticos alérgicos
El asma felina es una enfermedad respiratoria alérgica común en los gatos, que afecta al menos al uno por ciento de todos los gatos adultos del mundo. Es una enfermedad crónica y progresiva que no tiene cura. Los síntomas comunes incluyen sibilancias, tos, respiración dificultosa y broncoconstricción potencialmente mortal. Se conjetura que la enfermedad se ha vuelto más común debido a la mayor exposición a los contaminantes industriales. El asma felina también puede atribuirse al daño pulmonar causado por la exposición prolongada al humo de segunda mano.
El asma felina se produce con la inflamación de los pequeños conductos de los pulmones del gato. Durante el ataque, los pulmones se espesan y se contraen, dificultando la respiración del gato. Los pulmones pueden liberar mucosidad hacia las vías respiratorias, lo que provoca ataques de tos y sibilancias. Algunos gatos experimentan una versión menos grave de un ataque de asma y sólo soportan una ligera tos. Los signos evidentes de que un gato está sufriendo un ataque respiratorio son: tos, sibilancias, labios y encías azules, postura en cuclillas con los hombros encorvados y el cuello extendido, respiración rápida con la boca abierta o jadeando, arcadas de mucosidad espumosa y debilidad general[1].
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