Pel ploma
Justo a la hora en que nos encontramos fuera del restaurante Els Quatre Gats, en el laberinto de callejuelas de la Barre Góthic, la parte tardorromana de Barcelona. Desde un balcón situado justo encima de la entrada del restaurante “Four Cats”, un simpático perro nos miraba desde arriba, como para confirmar las muchas idiosincrasias de las que está llena esta ciudad.
Para cualquier persona interesada en Picasso, este restaurante es una visita obligada. De hecho, es uno de esos ejemplos vivos de lo que supuso el periodo de industrialización de hace cien años.
El Modernismo había comenzado antes, en Francia como Art Noveau y en Alemania y Austria como Jugend, pero después de la Primera Guerra Mundial, era imposible volver atrás en el tiempo a las cortinas polvorientas y asfixiantes del romanticismo. El tiempo había cambiado y en todo ello, Barcelona jugaba un papel importante.
Era increíble pensar que aquí, a nuestro alrededor, estaba el lugar favorito de Picasso y sus amigos a principios del siglo XX, antes de que se marchara a continuar su carrera en París. Y aquí estaban las mismas paredes donde hizo su primer vernisage.
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A todos los artistas les gusta “pasar el rato”. El lugar de reunión puede ser tan sano como un McDonald’s local o tan colorido como un antro sórdido e infestado de cucarachas que no te gustaría que tu madre conociera. Los impresionistas tenían su Café Guerbois. En los años 40 y 50, los expresionistas abstractos neoyorquinos se reunían en la taberna Cedar, en la calle 8 y University Place de Nueva York. Y, si eras un artista que vivía en la Barcelona de principios de siglo, ibas a Els Quatre Gats (Los Cuatro Gatos). Era un bar. No tenía ninguna pretensión de ser un restaurante. Tenía un enorme mural en la pared realizado por Ramón Casas, un artista local de éxito, que se representaba a sí mismo y al propietario del bar, Pere Romeu, montando en una bicicleta tándem. Y hace 110 años, si querías encontrar a Pablo Picasso, habría sido un buen lugar para buscar.
Els quatre gats picasso
También funcionó como hostal, cabaret, pub y restaurante.. El artista Ramon Casas i Carbó financió en gran parte este bar situado en los bajos de la Casa Martí (1896), un edificio del arquitecto Josep Puig i Cadafalch en la calle Montsió, cerca del centro de Barcelona. Els Quatre Gats fue reconstruido durante la transición a la democracia, en 1978. Pablo Picasso visitó este pub-restaurante con frecuencia en los inicios de su carrera artística.
Els Quatre Gats cerró debido a la Guerra Civil española, en 1936. Tuvieron que pasar muchos años para que Els Quatre Gats saliera de su letargo y retomara su trayectoria. A finales de los años 70, tres empresarios gastronómicos: Pere Moto, Ricard Alsina y Ana Verdaguer, se asociaron, con nuevas propuestas para el entorno cultural de Barcelona, para abrir de nuevo sus puertas.
Elisabet GómezLicenciada en Periodismo y enamorada de Barcelona desde 1986. Disfruto escribiendo posts y haciendo fotos de mi ciudad natal para BCN City Hotels, tarea que combino con la comunicación y el marketing online freelance y me mantienen siempre conectada y en continuo aprendizaje.
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La Casa Martí, obra de Josep Puig i Cadafalch en 1896, alberga el bar-restaurante Els Quatre Gats, fundado por Pere Romeu y Miquel Utrillo, que permaneció abierto en esta primera época sólo hasta 1903. El interior del establecimiento revela el estilo neogótico del edificio y el intento de recrear un espacio rural característicamente catalán con la decoración cerámica y las formas florales y geométricas, los marcos de piedra y los diferentes elementos de hierro forjado.
El bar-restaurante Els Quatre Gats está situado en la planta baja de la Casa Martí, el primer edificio diseñado por Josep Puig i Cadafalch en 1896. El edificio es de estilo claramente neomedieval o neogótico, como se aprecia en los arcos ojivales y el diseño ornamental de las aberturas, pero también es innegablemente modernista en el uso de varias artes aplicadas como el hierro forjado y la cerámica en el interior.
La Taverna dels Quatre Gats, nombre con el que se inauguró en el verano de 1897, despertó desde el principio la curiosidad del público. Les llamó la atención el ambiente de antigua mansión catalana creado por la selección de elementos decorativos, como el mobiliario de nogal, el mostrador cubierto de azulejos tradicionales catalanes y las vigas de madera decoradas con sencillez, todo ello combinado con herrajes de forja y vidrieras que -según la prensa de la época- daban “un aire artístico al establecimiento”.